Historia del Carnaval Internacional de Guaymas

El Tradicional Carnaval del Puerto
Horacio Vazquez del Mercado Cronista de la ciudad

Antecedentes

Se cree que el carnaval tiene sus orígenes en las fiestas saturnales de la antigua Roma que consistían en el intercambio de funciones entre el amo y el criado y también en las fiestas dedicadas a Baco, dios del vino. Desde el principio, su celebración se llevaba a cabo en medio de un ambiente de trastorno del orden público y en muchos casos de franco desenfreno. La fiesta servía como válvula de escape para el populacho y las autoridades la permitían por este motivo. Con el paso del tiempo, los carnavales se siguieron celebrando pero ahora sujetos a ciertas reglas y costumbres. En Europa, se instituyó que las fiestas estarían ligadas a las fechas de la liturgia cristiana y se llevarían a cabo durante los tres días anteriores al miércoles de ceniza. Una vez terminados los días de tolerancia para el desorden y las borracheras, daba comienzo la época de recogimiento y oración con el principio de la cuaresma.

El nombre carnaval, probablemente proviene de "carnevale". El adios a la "carne" o sea la época de apego a lo material para pasar enseguida a cuarenta días de ejercicios espirituales. La palabra "carnestolendas" sugiere la misma idea y en Francia se le dio a esta fiesta el nombre de Mardi gras o sea "martes de la grasa" que tiene más o menos el mismo significado. También existe otra versión acerca de el nombre carnaval en la que se dice que durante las Bacanales, fiestas dedicadas a Baco, se le cantaba a este el Ditirambo por un coro que estaba encabezado por un sacerdote que iba en un barco sobre ruedas. A este se le llamaba el "carrus navalis" y los romanos lo pronunciaban "car navalis".

Desde tiempos muy antiguos se acostumbraba el uso de máscaras para ocultar la identidad y el arrojar a las demás personas objetos como confites y serpentinas. La costumbre del uso de máscaras por el hombre puede encontrarse ya en el antiguo Egipto, en Grecia e incluso en el teatro japonés. Pero para el carnaval, fue Italia en donde se adoptó la careta, especialmente en Venecia, donde su usó no sólo como muestra de alegría sino que sirvió para guardar el incógnito y gozar de impunidad en venganzas y conspiraciones, aunque también facilitó romances y amoríos. El papel picado o confetti se originó en una imprenta de Paris. Un obrero que perforaba pliegos de papel de colores guardó las pequeñas piezas redondas para su hijo. El se las arrojó a los demás niños y causó tal sensación entre ellos y entre los adultos que pronto se difundió esta costumbre.

El primer carnaval de Guaymas
En Sonora, una vez terminados los disturbios de la guerra de Reforma y de la Intervención francesa a favor del emperador Maximiliano, vino una época de paz que fue aprovechada por los comerciantes de Guaymas para hacer buenos negocios. El puerto tenía mucha actividad por la llegada de barcos extranjeros y nacionales que traían pasajeros y mercancías que se distribuían desde ahí al resto del estado. Para la década de 1870 a 1880, se había conformado una élite ilustrada de personas acomodadas que habían nacido en Europa o eran descendientes de europeos y de algunos guaymenses que habían estudiado en el viejo continente o que habían viajado a diversos lugares del mundo. La llegada del ferrocarril en 1881 abrió nuevos horizontes al comercio y al desarrollo social. Para finales de esa década, el puerto contaba con algunas casas comerciales muy fuertes, una industria incipiente, varios hoteles y mucho tráfico marítimo.

Fue así como entre las personas que habían vivido en Europa o viajado hacia ese continente, surgió el recuerdo de los carnavales que habían presenciado en puertos como Niza, Venecia, Marsella, Hamburgo, Cádiz, Barcelona, etc.. y comenzó a germinar la idea de organizar una fiesta similar en Guaymas. Podemos especular en el sentido de que es muy probable que años antes de que se llevara a cabo el primer carnaval en forma organizada, se hayan dado algunos bailes carnavalescos en casas particulares en los que se habrían usado disfraces y máscaras.
Afortunadamente, contamos con el relato del escritor y poeta guaymense Alfonso Iberri quien nos narra en su libro "El Viejo Guaymas" la forma en que se celebró el primer carnaval en Guaymas que fue también el primero o uno de los primeros en todo México. Nos cuenta que en el año de 1888, partió la iniciativa de algunas damas de llevar a cabo esta fiesta. Aunque fue un tanto improvisado por que se hizo con poco tiempo disponible, el primer carnaval guaymense tuvo por reina a Maria Zuber, que era una hermosísima muchacha originaria de Mazatlán que estaba de visita en Guaymas. El rey lo fue Alfredo Díaz Velasco, quien después sería un destacado poeta. Por las calles principales desfilaron los reyes del carnaval en una carroza ricamente engalanada mientras en otros carruajes no menos adornados les seguían las damas de honor; Concepción Garay, Mercedes Espriú, Anita y María Cáñez. A los lados de la carroza real iban, como escolta y montando finos caballos, los jóvenes Matías Alzúa, Emilio Clausen, Julio Clermont y Vïctor Clermont con vistosos uniformes de húsares. Les seguía el cuerpo de Rurales y dos bandas militares, llegados unos y otros de Hermosillo.
El desfile continuaba con otros carros alegóricos de distintos diseños que la multitud contemplaba y aplaudía desde las aceras.
En la noche se efectuó un baile de fantasía en el amplio corredor de la casa de don Pedro B. Chísem cuyo piso fue cubierto por completo con tela roja sobre la que se arrojaron millares de brillantes lentejuelas alemanas de múltiples colores que resplandecían bajo la luz de las arañas de las que pendían prismas de cristal.

Primera etapa (1888-1915) En los primeros años de celebración del carnaval, la fiesta era exclusiva para las clases acomodadas. El pueblo no participaba y solamente era espectador de los carruajes que desfilaban y de los ricos trajes que se lucían. La gente de posibilidades económicas portaba sus mejores galas y aportaba dinero para los gastos. Durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX, continuó siendo una fiesta elitista en la que había mascaradas y bailes de disfraces que estaban vedados al pueblo en general.

Como un ejemplo de estos carnavales se puede mencionar el de 1912 en el que la reina fue la Srita. Lily Martínez Bustamante, hija del rico naviero Luis A. Martinez, quien lució una corona real engarzada con valiosas piedras preciosas. Se dice que un joyero traído desde San Francisco elaboró la corona. El rey fue el Sr. Cayetano Navarro León, descendiente de quien fuera jefe de los Urbanos de Guaymas en la batalla del 13 de julio de 1854. En ese tiempo se acostumbraba que los reyes llegaran por ferrocarril y que el desfile empezara frente a la estación. Continuaba por la calle del Comercio, hoy Alfonso Iberri y desembocaba en la plaza 13 de julio para después dar algunas vueltas frente a esta y hacia las calles aledañas. Este recorrido se cambió después con la apertura del Paseo Obregón, frente a la bahía en 1928 y con la destrucción total de la antigua estación del ferrocarril, que estaba construida de madera y que se incendió en el año de 1930.
Todavía en 1913, se celebró el carnaval con normalidad pero en los siguientes años, se vivió una época muy difícil, primero al ser sitiada Guaymas en mayo de 1913 por las fuerzas constitucionalistas al mando de Alvaro Obregón, mientras que el puerto era ocupado ese mismo año por tropas federales, más tarde por fuerzas villistas y luego, en 1915 ante la enorme crisis económica provocada por la lucha entre las diversas corrientes revolucionarias. Fue el llamado "año del hambre" o "año del máiz amarillo" de tristes recuerdos para el puerto. Las condiciones habían cambiado y muchos de los comerciantes y hombres de negocios se arruinaron, los que pudieron hacerlo emigraron hacia Estados Unidos y otros lugares y aunque el carnaval siguió celebrándose, ya no fue como antes. Se abrió a otros grupos sociales y sufrió cambios.

Segunda etapa del Carnaval
Con la revolución y el triunfo del ejército constitucionalista, se terminó la época de auge para los antiguos comerciantes porfiristas. Muchas personas abandonaron el puerto lo cual tuvo grandes efectos sobre la economía, pero los guaymenses ya se habían acostumbrado a su fiesta anual y la celebraban, aunque ahora de manera diferente.
Existían varios clubes sociales que lanzaban a sus candidatas a reina y trabajaban con entusiasmo para reunir fondos por medio de bailes, kermesses, rifas y solicitudes de aportaciones a los hombres de negocios. Unos días antes de la fecha prevista para la celebración del carnaval, se llevaba a cabo el cómputo de los votos para cada una de las candidatas, lo cual se hacía públicamente y quien aportara mayor cantidad de dinero era declarada reina. Como los miembros de cada comité no sabían qué tanto habían reunido los otros comités, había ocasiones en que durante el cómputo se valían de ingeniosos engaños. Si creían que el otro comité tenía demasiado dinero y no iban a poder ganar, presentaban gruesos sobres que contenían poco dinero o por el contrario, en caso de desear aportar todo el dinero, presentaban sobres delgados que contenían mucho dinero, para engañar a sus contrarios. Los sobres se abrían en medio de la expectación general y todo esto formaba parte de la diversión previa al carnaval. También se usaban bolsas grandes para contener monedas.


Carnaval de 1927
Como ejemplo de lo anterior, podemos citar el carnaval de 1927. en el que las candidatas eran la señorita Lidia Ibarra, apoyada por el Centro Guaymense y el Club Bohemio, la señorita María Antonieta Ricaud, sostenida por el Centro Sonora y la señorita Angelita Loaiza, guapa damita veracruzana que se encontraba de visita en Guaymas y a quien quería hacer triunfar a toda costa el general Lucas Gonzalez, jefe de un importante destacamento militar . Cada oficial y cada soldado aportó un día de sus haberes y se reunió una gran cantidad de dinero con la que no podían competir los otros partidos. Los del Centro Guaymense y Club Bohemio aflojaron por completo y se retiraron, no así los del Sonora que urdieron un ingenioso engaño. Se hizo circular para que se corriera la voz, un falso telegrama firmado por un tal Monsieur Ricaud, de Santa Rosalía, supuesto tío de Maria Antonieta quien era muy rico y prometía enviar una fuerte suma en apoyo de su sobrina.
El día del cierre de votación, se consiguieron con un empleado de banco varias bolsas de las usadas para contener $1,000.00. Las llenaron de arena y de corcholatas y haciendo un gran escándalo, dando gritos de alegría, los miembros del Centro Sonora escoltaron a la carreta que llevaba las bolsas que supuestamente enviaba el tío rico. Un capitán del ejército que observó toda esta farsa, se dirigió a la carrera a notificar al general quien inmediatamente ordenó a los soldados que aportaran más dinero. Los partidarios de la señorita Ricaud, al ver el éxito de su estrategia, festejaron a mandíbula batiente la puntada. Indignado al darse cuenta el general del engaño de que habían sido objeto los militares, protestó ante el comité de carnaval y logró que le regresaran una parte del dinero.
Una situación similar se presentó en el carnaval de 1986 cuando compitieron las candidatas de la Cámara de Comercio de Guaymas y la del gremio de los pescadores. Estos últimos pasaban por una buena época , disponían de mucho dinero y estaban decididos a hacer ganar a su candidata. Sus adversarios, decidieron hacerlos gastar la mayor cantidad de dinero posible e instrumentaron una campaña para hacer creer a los hombres del mar que habían conseguido enormes aportaciones para su candidata.
Lograron su objetivo y hubo suficientes fondos para llevar a cabo un carnaval muy lucido.
Durante los 30´s y años siguientes el carnaval se celebró alrededor de la plaza 13 de julio con la participación del pueblo en la fiesta, utilizando disfraces en alegres comparsas, lanzando serpentinas y cascarones pintados con anilina y rellenos de confetti, dándole un tono popular a estas celebraciones. La fiesta del carnaval atraía a personas de otras ciudades cercanas que durante tres días daban rienda suelta a la alegría en la plaza, con música que tocaba en las calles, en los desfiles de carros alegóricos y en los bailes oficiales o populares que se llevaban a cabo. Como aún se permitían las "mascaritas" (disfraces largos con capuchones) que ocultaban la identidad, se daban bromas en las que las personas usando la voz aflautada, evitaban ser reconocidas. Esto dio lugar también a la aparición de homosexuales que aprovechaban esta circunstancia.

Muchas personas iban a presenciar los bailes populares y a divertirse con el espectáculo de algún conocido vecino, un poco pasado de copas que bailaba muy amartelado con una "mascarita" que claramente era un homosexual disfrazado. Las burlas que recibía al día siguiente el infortunado vecino eran de rigor.
A pesar de estas bromas y engaños y de la presencia de carteristas y malvivientes, la fiesta se celebraba todavía en un ambiente de cierto orden y las familias podían disfrutar de la diversión en horas de la tarde, ya sea en la plaza o viendo los desfiles.


Tercera etapa del carnaval
Para los años 60´s y 70´s, la fiesta se había modificado convirtiéndose en una festividad popular con participación masiva. La población había aumentado y de otras ciudades llegaban cada vez más visitantes. Se invitó a participar a grupos de norteamericanos de la ciudad hermana de Guaymas, El Segundo, California y posteriormente a los de Mesa, Arizona con lo que el carnaval se convirtió en internacional. Con la inauguración de la Plaza de los Tres Presidentes, a principios de los 1970´s, se trasladó el festejo a ese lugar más amplio, se instalaron grandes juegos mecánicos para la diversión de niños y jóvenes y comenzaron a llegar artistas de renombre nacional que actuaban en los palenques. Se prohibió el uso de los disfraces de "mascarita" pues se habían presentado casos de violencia al amparo del anonimato y aumentó el número de orquestas, bandas y conjuntos musicales que amenizaban los bailes en la propia plaza. Se le dio mayor relevancia a la figura del rey del carnaval, ahora como "rey feo". Algunos grupos de porteños llevaban su propia música en plataformas o batangas y se abrieron más lugares para bailes populares.
Con el paso de los años siguió creciendo el número de visitantes y la Plaza de los Tres Presidentes ya no fue suficiente por lo que se amplió aún más el área de festejos extendiéndose a varias calles a la redonda. La entrada que había sido gratis ya no lo fue pues se empezó a cobrar. Se aumentó mucho la presencia de fuerzas de seguridad y se instalaron puntos de revisión para evitar la introducción de armas, se empezaron a celebrar bailes en donde se elegía a la "reina gay" y se generalizó la venta en enormes cantidades de cerveza y licor que propiciaron que hubiera muchas personas arrestadas por riña o por "faltas a la moral". En las mañanas del domingo, lunes y martes de carnaval y miércoles de ceniza, se recogían cantidades asombrosas de basura y de botes vacíos de cerveza en las calles cercanas a la plaza. Por otra parte, se incrementó el número de carros alegóricos y comparsas y el comité de carnaval comenzó a trabajar durante todo el año y no a última hora como se acostumbraba.

A pesar de estos cambios producidos por el crecimiento demográfico y la evolución de la ciudad, se conserva el sentido original del carnaval. Continúa siendo una fiesta que sirve de válvula de escape ante las realidades de la vida diaria en la que existe una tolerancia para situaciones que no se permiten normalmente como beber cerveza y licor en la vía pública o bailar y dar rienda suelta a manifestaciones de alegría en las calles de la ciudad. Para las familias, existe un carnaval infantil y por las tardes se puede presenciar el desfile oficial de carros alegóricos durante tres días consecutivos.

Desde luego, hay venta de comida, gorros, serpentinas y en general de todo lo que forma parte de nuestras fiestas populares. Se conserva también la tradición de la "Quema del malhumor" en la que se da inicio a la festividad con la lectura de el supuesto testamento de algún personaje conocido que no ha sido del agrado de la gente durante el año y que es impopular. En plena plaza y ante una multitud ansiosa de que principie la diversión, se hace una ingeniosa relación de lo que el "malhumor" le deja al pueblo de Guaymas en su testamento. Después se quema a un monigote que representa a dicho personaje y ya destruido el malhumor puede empezar la alegría.
A últimas fechas se ha ampliado el número de días de fiesta y se empieza desde el jueves y no desde el sábado anterior al miércoles de ceniza. A partir del sábado se observa la llegada de muchos visitantes de otras ciudades y el domingo se llena completamente el área de festejos. Hay verdaderas explosiones de alegría, música, baile y diversión durante horas y horas, hasta cerca del amanecer. Lo mismo sucede el lunes y el martes, aunque con menor asistencia pues algunas personas regresan a sus lugares de origen. La fiesta se ha comercializado pues las autoridades otorgan permisos a las compañías cerveceras para vender el ambarino líquido en cantidades portentosas a cambio de un donativo en dinero que sirve para organizar el carnaval.
Finalmente, luego de varios días de fiesta, llega irremediablemente la noche del martes y madrugada del miércoles en la que se da fin al carnaval. Da inicio la cuaresma y los templos se ven llenos de personas que acuden a las iglesias en donde se les recuerda a los fieles por medio de la aplicación de ceniza en sus frentes, que esta vida es transitoria y que luego de los días de diversión hay que regresar a la realidad de la vida diaria, al trabajo, a la lucha por la subsistencia y a la rutina. Algunos de los que horas antes bailaban por las calles, acuden muy devotos el miércoles de ceniza a cumplir con el ritual anual en los templos.
El carnaval ya forma parte de una tradición de más de un siglo en el puerto y año con año seguirá celebrándose, con cambios e innovaciones tal vez, pero siempre cumpliendo con su función de proporcionar al pueblo unos días de desenfadada alegría.

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